Hace unos días finalizamos un programa de transformación digital para pymes, donde abordamos diversos desafíos y oportunidades que enfrentan las empresas durante este proceso y hubo un punto alineado al criterio de todos los que participamos: la transformación digital no es un destino, ni un proyecto con fecha de inicio y fin, es una actividad permanente, de la cual trataré de destacar sus elementos más relevantes en estas líneas y empiezo con una frase del Dr. Mario Alonso Puig: “Cuando una persona quiere tener un buen futuro, lo primero que tiene que tener, es un gran presente.”
Esta reflexión se aplica también a las empresas, porque en el afán de crecer y proyectarse hacia el futuro olvidan que la base del éxito no está en lo que prometen hacer mañana, sino en lo que están haciendo hoy. Siempre he creído en el poder del presente para edificar el futuro y aunque la cotidianidad, esa mezcla de rutinas diarias a veces suele jugar en contra, logrando la procrastinación y fortaleciendo creencias como: “mañana será el día para empezar” o “cuando se tengan los recursos adecuados se dará el primer paso”, no los debe confundir, porque la realidad es que el futuro se construye desde hoy.
Actualmente muchas pequeñas y medianas empresas aún dependen de métodos anticuados para gestionar sus operaciones, no es sorpresa, encontrar oficinas donde el inventario se controla desde hojas de cálculo de excel, el mantenimiento de equipos se registra en papel, el análisis de facturas se realiza de forma manual e igualmente sucede con los pedidos de clientes, entre otras tantas cosas, pero esta forma de trabajar, aunque parezca inofensiva, tiene un costo muy alto. Los procesos en una empresa independientemente de su tamaño, sector u actividad son diversos y comprenden un conjunto de tareas y procedimientos que entre otros objetivos permiten llevar control de la operación, prevenir posibles riesgos y dejar abierta la oportunidad de mejora y cuando uno de estos objetivos no está claro, hay debilidad en su ejecución y/o presentan errores recurrentes es necesario buscar alternativas para obtener mejor precisión. No es por moda o tendencia que lo digo, pero, la transformación digital es una real solución a muchas de estas necesidades que tienen las empresas hoy y en la medida que adopten sistemas automatizados para gestionar sus operaciones serán mucho más rentables, confiables y seguras.
En una oportunidad conversaba con el dueño de un negocio y me comentaba feliz que llevaba trabajando más de 20 años ininterrumpidos y frases como “somos los mismos de siempre” o "lo digital es para los jóvenes" me quedaron presentes por la evidente resistencia al cambio y a la innovación; este fenómeno se ve también en muchos profesionales que miran las propuestas de mejoras de las actividades que realizan como obstáculos a su “tranquilidad” y de lo que se trata es de adoptar un enfoque integral que optimice los procesos y proporcione datos para tomar mejores decisiones.
La transformación digital no es solo tecnología, además es, un cambio de mentalidad porque se requiere valentía para salir de la zona de confort, abandonar prácticas arraigadas o los procesos que "siempre han funcionado", también se requiere flexibilidad para adaptarse a los nuevos tiempos y crear una visión más clara del futuro. Lo común es asociar este proceso únicamente a software, hardware, conectividad, etc, pero la tecnología es solo la herramienta, el verdadero motor de la transformación reside en la mentalidad de las personas que la impulsan, sobre todo cuando su resistencia inicial se transforma en entusiasmo porque comienzan a ver los primeros resultados: procesos más eficientes, menos papeleo y más tiempo para lo que realmente importa. No es cliché decir que las empresas que sobreviven y prosperan son aquellas que entienden la transformación digital como una necesidad estratégica y no como una opción que se pueda descartar o postergar “quien sabe para cuándo”.
Cuando una empresa considera transformarse digitalmente, surgen dos preguntas fundamentales: ¿por dónde empezar? y ¿cómo llevarlo a cabo?, la clave radica en entender que no se trata de digitalizar por digitalizar, sino de usar la tecnología para fortalecer la esencia del negocio, por lo tanto, antes de invertir en cualquier herramienta digital, es necesario responder algunas interrogantes ¿Qué metas de negocio queremos alcanzar con la digitalización? ¿Cómo podemos fortalecer nuestra propuesta de valor, diferenciarnos de la competencia? ¿Buscamos aumentar la eficiencia operativa, mejorar la rentabilidad, o transformar la experiencia del cliente?, la respuesta a estas preguntas guiará vuestras decisiones y asegurará que la tecnología se convierta en un aliado estratégico y no en un simple adorno. Luego debe haber una priorización inteligente, pues, no todo debe digitalizarse de inmediato, es fundamental identificar las áreas donde la transformación generará mayor valor y comenzar por allí y para esto, entre otras cosas, se deberá analizar previamente dónde se encuentran los cuellos de botella en los procesos o cuales áreas tienen el mayor potencial de mejora, de esta manera se maximizará el impacto de los recursos y se obtendrán resultados más rápidos.
El futuro no es una cuestión de suerte ni de esperar el momento perfecto, las empresas que triunfan son aquellas que deciden actuar hoy y sin excusas. ¡Éxitos!
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